Uno de los libros más esperados de 2012 fue escrito por Timothy Keller, lo cual no nos sorprende en absoluto porque, en realidad, cualquier publicación de Timothy Keller provoca bastante expectación. Y hay buenas razones que lo justifican: en sus libros aborda cuestiones de gran importancia a las que se enfrenta actualmente la iglesia y, además, para ello usa un lenguaje atractivo y asequible.
Su nuevo libro sigue esa misma línea. Se titula Every Good Endeavour: Connecting Your Work to God’s Work [Toda buena obra: cómo conectar la obra de Dios con tu trabajo], publicado por Dutton.
Hace poco hablamos con Keller sobre su libro y sobre otros temas de interés como los negocios, la vocación y el llamado. Durante esta entrevista tendremos unas palabras para universitarios, para padres y para cristianos que se sientan embotellados en sus puestos de trabajo.
Quiero empezar esta conversación con unas preguntas: ¿Por qué, de todas las áreas importantes y cotidianas de las que debe ocuparse la iglesia, la vocación parece estar en desuso dentro del ámbito cristiano? ¿Por qué aplicar las enseñanzas bíblicas a nuestro trabajo parece ser fácil de decir, pero difícil de hacer?
Creo que probablemente se deba al hecho de que en la iglesia no existe un criterio uniforme o un consenso que defina cómo debería relacionarse la iglesia con su cultura en términos generales.
Hay otro libro que publiqué, Center Church, que trata temas que no incluí en el nuevo. En él se citan diferentes formas en las que la iglesia puede relacionarse con su cultura. Para ello me basé en distintas perspectivas de la gracia común y en el papel de la iglesia institucional. Todo el mundo cree que la doctrina de la vocación es muy importante, es decir, que todo trabajo es un llamado de parte de Dios, que el trabajo es esencial y que necesitas llevar a Dios y tu fe contigo al trabajo. Pero, en este sentido, la doctrina de la vocación suscita debate, de modo que las personas no ven consenso en cuanto a cómo relacionarse con su cultura ni en lo que al concepto de vocación se refiere.
Al principio del libro escribes dos frases que considero bastante importantes para comprender de qué trata. En tus palabras: “Un trabajo es una vocación solo si alguien demanda que lo hagas y lo haces por ellos, en vez de por ti. Creer que el trabajo es, principalmente, un medio para la autorrealización y autosatisfacción daña paulatinamente a la persona y perjudica a la sociedad”. Cuéntanos más sobre la perniciosa influencia del individualismo en el trabajo.
Básicamente, la idea es que no se le encuentra el sentido a la vida: estamos aquí por casualidad y ya no hay absolutos ni propósitos. Una de las cosas que más se suele repetir, y lo he oído de muchas formas, es: “La vida no tiene sentido. Tú tienes que darle el sentido” o “La vida no tiene sentido, pero para poder disfrutar de ella debemos darle un sentido nosotros mismos”. Alguien debería decirles que es imposible crearle un sentido a la vida, ¡porque si tú lo creas quiere decir que no lo tienes! Pero lo que pretenden decir es que tú eres el que decides lo que está bien o mal, tú decides lo que es importante y vives en función de tus elecciones. En este caso, no existe un llamado ni un concepto de identidad propia. Tampoco se considera que haya alguien superior a uno mismo.
Si piensas así, no puedes entender lo que significan el sacrificio y el servicio. Todo, absolutamente todo lo que haces será de forma egoísta. Y tampoco puede haber una esperanza en el futuro real. Sí, viviendo de esta forma puedes crear en cierto modo felicidad para ti y para tu familia, pero al final todo eso quedará en nada. Cuando hablamos de las ideas de vocación y las ideas de esperanza, servicio, sacrificio y generosidad, todas ellas dependen de algo o alguien más importante que tú, alguien como Dios. La idea de vocación se ha perdido y el trabajo se ha convertido en un método para sobrevivir. Y esto no es nada bueno.
Según el concepto bíblico de la vocación, amar el prójimo es fundamental. Esta pregunta tiene mucho que ver con la práctica cotidiana. Hay cristianos que se levantan cada lunes por la mañana malhumorados y quejándose por todo. ¿Qué les pasa?
En el libro trato el hecho de que el evangelio puede manifestarse en nuestro trabajo de diferentes maneras. Una de ellas se centra en el corazón. Esa actitud malhumorada, la rabia o el hacer lo mínimo necesario para que no me despidan distan mucho de lo que es el carácter que enseña el evangelio. Al contrario, el evangelio te convierte en alguien más humilde, agradecido, generoso y te concede paz interior. Si no se vislumbra este carácter, significa que tu corazón no ha sido transformado por la Palabra de Dios. Además, un corazón renovado por el evangelio nos hace mejores trabajadores: todo el mundo quiere trabajar contigo, todos quieren estar en tu equipo y tus jefes se agradan de tu labor. Por eso, tener un corazón conforme al evangelio es, sin duda, algo muy práctico que se ve en el trabajo.
La primera vez que oí la frase “Dios de opciones” fue en boca de Mark Dever. Se refería a pastores jóvenes de iglesias locales que siempre están en busca de una iglesia nueva, una iglesia más grande, una iglesia mejor o un puesto superior. Por ello no se dedican completamente a su congregación, sino que están a medias tintas. Esto también lo podemos ver en la falta de compromiso entre los jóvenes adultos en cuanto al matrimonio. Parece que existe una amenaza común para los cristianos en sus puestos de trabajo, porque están “a medias”. Hay una especie de atracción hacia esa idea del “Dios de opciones” y no se involucran plenamente en su trabajo, sino que están a la expectativa de un nuevo empleo, otro puesto, etc. De ahí que acaben descentrados. ¿Consideras que esto es un problema?
Sí. Quizás parezca muy conciso decir solo “sí”, pero has formulado la pregunta muy bien y estoy de acuerdo con lo que has dicho. Lo que puedo añadir es que muy a menudo escucho decir a algunas personas que quieren trabajos algo más divertidos, porque los que tienen son aburridos, además de mejores salarios. En mi opinión, la visión cristiana de la vocación consiste en que si elaboras un producto que mejore la vida de los demás, aun cuando el proceso para ello sea aburrido, estás haciendo el trabajo que Dios te encomienda. Te estás ocupando de cuidar la creación de Dios, estás supliendo las necesidades de tu prójimo. ¡Qué enorme satisfacción tendrías al saber que ese proceso es de ayuda para otros! Estoy absolutamente convencido de que hemos perdido la vocación y esto hace que veamos nuestro trabajo como un medio para la autorrealización, lo cual nos termina perjudicando y minimiza nuestra implicación en él.
Me encanta lo que escribiste en la página 36 de tu libro. Es mi parte favorita y dice así: “El trabajo no apareció en la Creación después de una etapa dorada de inactividad. El trabajo está indisolublemente integrado en la creación, es absolutamente glorioso y está en consonancia con el diseño de Dios”. La siguiente pregunta puede sonarte algo tonta, pero creo que puede ser de interés para nosotros. Como padre, ¿de qué forma puedo enseñarles a mis hijos que han sido creados para trabajar y que esta es una faceta intrínseca de su naturaleza humana? Esto va especialmente para mi hijo de 11 años que tiene cierta tendencia a ser perezoso, como su padre.
En este caso, tendrías que explicarles temas como la Creación, la Caída y la Redención adaptando cada apartado según la edad del niño. Podrías decirles que el trabajo se introdujo en el Jardín del Edén, cuando Dios mantenía todo en absoluta perfección. Ahí ya había trabajo. Esto quiere decir que, aunque en esta vida el trabajo pueda ser complicado (nuestros cuerpos se desgastan y nuestros corazones y nuestras mentes se contaminan por el pecado y por sentirnos angustiados ante los problemas), al fin y al cabo, fuimos creados para trabajar. Por eso nos sentimos felices si trabajamos. Incluso podríamos decir que quienes no trabajan suelen caer en depresión. Y yo creo que esto se debe a que estamos hechos para conseguir plenitud a través del trabajo y al ser útiles para otros. Creo que puedes decírselo así a tu hijo de 11 años. Cuando te responda, te darás cuenta de si lo ha entendido o si necesita una explicación más sencilla.
Centrémonos ahora en los estudiantes que quieren entrar en la universidad. Una de las cosas que dices en tu libro es que has comprobado que un porcentaje de los graduados de Nueva York escogieron su carrera como un sello de identidad. Es decir, sus estudios son algo así como un coche: les dan un nivel o un estatus determinado. Explícanos esto.
Existe gran variedad de libros recientes que abordan la idea de que vivimos en un entorno consumista, de modo que tu identidad se crea a partir de los productos que consumes. Vestir tal prenda o comprar tal marca electrónica define quién eres. En otras palabras, las marcas que usas te describen. Y me temo que con los trabajos ocurre lo mismo. Hay personas que aceptan empleos en los que no encajan y que no siempre traen satisfacción porque no ayudan a lo demás, pero sin embargo tienen un estatus muy alto. Y por ese alto estatus que les proporcionan quieren formar parte de ese mercado. Así vemos cómo no se eligen puestos de trabajo por vocación y para ser útiles a otros. Realmente, tomamos decisiones en función de dónde nos sitúa a nivel social y para sentirnos con la misma sensación que cuando conducimos un coche de alta gama.
Ahora quiero hacerte una pregunta hipotética, pero que es interesante para la ética de los negocios modernos. Pongamos el caso de un hombre que cosecha paja. Se le da bien, trabaja mucho, siempre hace las entregas a tiempo, se muestra feliz y humilde y la gente le adora. La paja que cosecha se usa para reforzar los ladrillos que, apilados, formarán la Torre de Babel. La pregunta es esta: ¿En qué momento la vocación de este hombre es loable o incorrecta? O, en otras palabras: ¿Hasta qué punto es responsable un cristiano de las decisiones internas de la empresa para la que trabaja y cuyo fin puede ser exclusivamente enriquecerse?
Es simple: si yo elaboro pan y sé que con él se alimentan delincuentes de mi ciudad y gracias a él siguen con vida, ¿dejaría de hacerlo? Podríamos decir que solo el 7% de ese pan se lo comen los delincuentes, pero les estoy dando alimento para vivir. Lutero diría que debemos asegurarnos de que nuestro trabajo consiga propósitos divinos. Dios tiene en cuenta todo lo que respira. En sus escritos, Lutero defiende que Dios alimenta a todo lo que respira y ama todo lo que ha sido creado. Y el autor se pregunta: ¿cómo alimenta Dios a todos? Lo hace a través de las granjas, de la leche de las vacas, del tractor que trae los productos al mercado, etc. Y esos son trabajos de Dios. Si trabajas en una granja, estás trabajando en lo que Dios ha dado. No necesariamente tienes que ser un granjero cristiano, sino que lo haces porque Dios lo ha dado así. Pero en cierto punto creo que, ya que soy creyente reformado y defiendo la importancia del role view, el trabajo necesita realizarse bajo el patrón cristiano. Pero Lutero añade que todo trabajo que está bien hecho es correcto y si intentamos argumentar que nuestro trabajo ayudará a alguien malo, entonces tendríamos que dejar de hacer cualquiera de ellos.
Una última pregunta, Dr. Keller. Tal vez toquemos temas que ya hemos tratado. En una economía solvente en la que se da una situación favorable, los cristianos tienen un abanico más amplio de vocaciones entre las que escoger y pueden elegir una carrera que les traiga satisfacción y a través de la cual puedan expresar el amor de Dios a otros. Pero en una economía endeudada, en la que las condiciones empeoran, se reducen esas alternativas y el cristiano se siente embotellado en su puesto (en el que no se siente a gusto), ¿cómo se aplica el concepto de vocación en este caso?
Según Lutero, una granjera que no soporta estar con las vacas necesita plantearse, incluso si no hay otro empleo disponible, si lo que hace es un llamado de Dios. Podría entender que esa es su forma de ocuparse de la creación de Dios, porque así es como Él ha decidido que lo haga. Lutero, no recuerdo en cuál de sus escritos, dijo: “Dios refuerza los barrotes de la puerta de la ciudad para darte seguridad”. Pero sigue diciendo: “¿Cómo refuerza los barrotes de las puertas de la ciudad? Lo hace a través de buenos gobernantes, de buenos policías y de buenos soldados”. Lutero intenta explicar así que toda buena obra hecha correctamente es un llamado de Dios. La concepción calvinista del llamado es hacer obras en la esfera cristiana, mientras que la luterana es ocuparse de la creación y ser de utilidad a otros mediante tu trabajo. Estoy totalmente convencido de que son complementarias. Gran parte de este libro expone la complementariedad de las dos concepciones, por lo que debemos usar ambas. Entonces, ver tu trabajo como un llamado no es un problema, aunque te sientas estancado en el mismo puesto. Incluso en ese caso sigue siendo un llamado. Y seguro que te puede dar mucha paz si piensas: “Aun en este trabajo puedo responder al llamado de Dios”, o incluso cuando estás buscando un trabajo.
Timothy Keller, pastor de la iglesia Redeemer Presbyterian Church, autor de diversos libros de buen contenido entre los que se encuentra el último: Every Good Endeavour: Connecting Your Work to God’s Work (Dutton, 2012) [Toda buena obra: cómo conectar la obra de Dios con tu trabajo]. Al principio, el autor nombró otro de sus libros: Center Church: Doing Balanced, Gospel-Centered Ministry in Your City (Zondervan, 2012).
NOTA: Entrevista grabada en 2012, año de publicación del libro en versión original.