En su nuevo libro, Every Good Endeavor: Connecting your Work to God’s Work [Toda buena obra: cómo conectar la obra de Dios con tu trabajo], Tim Keller, junto con Katherine Leary Alsdorf, aplica sus conocimientos en el terreno de las profesiones. Al buscar el significado, el propósito y la importancia del trabajo, Keller relaciona las enseñanzas bíblicas con nuestras frustraciones y sueños y con interrogantes como estos:
Coincido con Keller, pastor de la iglesia Redeemer Presbyterian Church de Nueva York, con respecto a lo que piensa de “trabajar para vivir”. También me identifico con él en cómo el correlato del evangelio aborda nuestra tendencia a idealizar o demonizar, a trabajar demasiado o demasiado poco; y en cómo aconsejar a los empleados que se sientan desanimados, entre otras cosas.
En lugar de concebir el trabajo como algo que tenemos que hacer para poder disfrutar de las cosas verdaderamente importantes de la vida, propones que nuestra profesión es, en realidad, el escenario principal en el que desempeñamos el llamado de servir a nuestro prójimo con la presencia de Dios y su tierno cuidado. ¿Qué tiene de malo “trabajar para vivir»?
La frase “trabajar para vivir” normalmente describe el trabajo como un mal necesario. Sin embargo, Dios introdujo el trabajo en el Jardín del Edén, por lo que tiene que ser un enorme bien, algo que tiene su cabida y satisface parte de nuestro diseño. Esta expresión también puede referirse a trabajar con el simple propósito de conseguir el dinero necesario para disfrutar del tiempo de ocio. Por el contrario, a lo largo de la Biblia el trabajo se considera un servicio: servicio a Dios y a nuestro prójimo.
“Si no entendemos el evangelio” —según tus palabras— “seremos idealistas e ingenuos o estaremos desencantados y escépticos”. ¿Cómo funciona nuestra tendencia a idealizar o a demonizar, especialmente aquella que se produce en nuestro trabajo?
El evangelio expone la verdad de que el problema del mundo es el pecado (el pecado que está en todos nosotros, el pecado que ensucia todo) y que la única esperanza reside en la gracia de Dios. Esta afirmación evita que situemos el verdadero problema en cualquier cosa creada (al demonizar algo que fue creado por Dios y que, por tanto, es bueno) o que situemos la verdadera solución en cualquier cosa creada (al idealizar algo etéreo y caído). Asimismo, la Biblia nos enseña que, aunque el reino de Cristo ya está aquí, aún no lo está de forma plena y completa. Somos salvos, pero todavía imperfectos. No obstante, vivimos con la certeza de que el amor y la bondad triunfarán en el mundo y en nosotros mismos.
En pocas palabras, no hay ninguna razón para que nos opongamos categóricamente o nos dejemos fascinar por ninguna moda, objeto o influencia. No hay ninguna razón para que seamos demasiado optimistas o demasiado pesimistas. En el libro defendemos que esta perspectiva equilibrada del evangelio en cuanto a la vida produce un efecto notable en nuestra forma de trabajar. Los periodistas cristianos no deberían ser deshonestos, ni deberían escribir artículos que alaban algo en detrimento de su contrario o que describan solo el lado de la realidad que les interesa mostrar. Los artistas cristianos no deberían ser nihilistas o ser oscuros (como sí lo es el arte actual), ni sentimental, ni estrictamente comercial (es decir, hacer lo que sea que se venda) ni deberían mostrar falsas apariencias. Los cristianos que dirigen negocios deberían evitar el eslogan “esta compañía cambiará el mundo” o el “trabajar para vivir” impulsado por la avaricia.
Has observado que cuando nuestra identidad no está sujeta a nuestra profesión, nos sentimos extraordinariamente libres de nuestro trabajo y en nuestro trabajo. ¿Cómo pueden los cristianos encontrar una base correcta para su identidad, de tal forma que se sientan libres de trabajar en exceso y trabajar en defecto, y se sientan verdaderamente libres para disfrutar de su trabajo?
Es muy posible que creas que tu identidad más íntima debiera estar enraizada en Cristo, pero aún tienes un corazón que funciona como si su verdadero fundamento fuera tu trabajo. El doctor Martyn Lloyd-Jones, quien ejercía como médico antes de ser pastor, dijo: “He tenido el privilegio de conocer a muchos en cuyos epitafios bien podrían haber grabado: «Nació como hombre, murió como médico»”. Debes creer que has sido justificado por la justicia de Cristo, y no por tus propios logros. Pero otra cosa es dejar que la doctrina, en la práctica, moldee tus sentimientos, es decir, la forma en que tu corazón funciona.
¿Cómo cambiar tu corazón? Esta pregunta merece una respuesta tan larga que nos ocuparía una semana, o una sola frase. Así que te dejo la frase: “Las sagradas Escrituras y la oración: la primera es la fuente del agua viva, y la segunda el cubo con el cual debemos extraerla”[1].
Martyn Lloyd-Jones apuntó en cierta ocasión: “Para mí, el trabajo de predicar es el más grande y el más glorioso llamamiento al que alguien puede ser llamado jamás”. ¿Estaba Lloyd-Jones en lo correcto al sobrevalorar un llamado en detrimento de los demás?
Quizás no lo estaba. No creo que Lutero hubiese estado de acuerdo con él, pues el alemán defendía convencido y contundente que todos los llamados son igual de dignos, puesto que todos los llamados proceden de Dios y los llamados humanos sirven para cumplir el propósito de Dios.
Sin embargo, me siento identificado con la aseveración de Lloyd-Jones, particularmente cuando dice que predicar es el llamado “más glorioso”. Tal vez sostendría que todos los llamados son del mismo valor delante de Dios, pero no todos ellos ayudan a las personas con el mismo poder. De todos los regalos que puedes ofrecer a los demás, ¿qué podría ser mejor que mostrarle la gracia salvadora de Dios?
En definitiva, debo posicionarme con Lutero desde un punto de vista teológico. Pero debo admitir que, cuando predico con la ayuda de Dios, suelo sentirme exactamente del mismo modo que Lloyd-Jones.
¿Qué peso tiene el descanso del Sabbat en relación con nuestro trabajo?
Siempre ha tenido un peso considerable, porque es uno de los diez mandamientos de Dios que son básicos para la vida humana. Pero puede resultar aún más relevante en el marco de nuestra cultura frenética y adicta al trabajo. El Sabbat era radical en el antiguo Israel, y su función era recordar que el trabajo y las ganancias tienen límites. Es semejante a un río que no debe desbordarse de sus riberas. La vida no solo es trabajar y ganar dinero. Tanto cuerpo como mente necesitan descansar.
No obstante, el Nuevo Testamento expone con claridad que practicar el Sabbat tiene otro enfoque más profundo. El “descanso del Sabbat” del que habla el Nuevo Testamento nos enseña a descansar en Cristo para nuestra salvación en lugar de hacerlo en nuestras obras. Este es el llamado “descanso sobre descanso” que necesitamos para evitar que el trabajo moderno nos haga desfallecer con sus incesantes demandas de incrementar los beneficios y la productividad.
¿Cómo podrías animar a un creyente que concibe su trabajo como algo fastidioso y que está convencido de no poder cambiar su situación?
Observemos lo que dice Efesios 6:5-9 y Colosenses 3, donde Pablo no se dirige a profesionales, sino a esclavos. Les dice que transformen lo fastidioso de su trabajo en “trabajar como para el Señor”. Muchos buenos comentarios y sermones que existen sobre este texto de Efesios nos ayudan a comprender las implicaciones tan radicales que tiene este principio.
Has mencionado que hay personas que desean que su pastor se interese por conocer las situaciones a las que se enfrentan diariamente. ¿De qué forma pueden los pastores empatizar más, animar y preparar a su congregación en cuanto a su trabajo?
Durante una época de mi ministerio en esta iglesia visité de forma regular a algunos miembros de la congregación en sus puestos de trabajo. Iba a su oficina para almorzar con ellos o simplemente iba a verlos. Normalmente eran visitas cortas de 20-30 minutos. Y esto me permitió acercarme bastante a sus asuntos laborales y al entorno en el que pasan una gran proporción del día.
Otra cosa que podemos hacer es reunir a un grupo de miembros que pertenezcan al mismo gremio y pedirles que planteen situaciones o preguntas que puedan tener sobre cómo integrar su fe cristiana en ese tipo de trabajo en particular. Luego intentamos ofrecerles una respuesta fundamentada en la Biblia y en el consejo pastoral.
Indudablemente, algo más que podemos hacer es predicar asiduamente sobre pasajes de las Escrituras que tengan relación directa con nuestro trabajo en este mundo, e incluso también sobre pasajes que no tengan vinculación directa con el tema. Para ello pregúntate siempre: “¿Tiene este texto algo que enseñar a los trabajadores?”.
[1] Traducción libre de Newton, John: Works, Vol. 1, p. 141
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